domingo, 24 de enero de 2010

Eterno retorno

Me gusta permanecer despierta hasta altas horas de la madrugada, sentir el silencio, mientras juego a transformar el todo en nada, para obtener de recompensa ideas inconclusas. Una vez más.

Disfruto tirada en la cama, con música de fondo. Música alegre, música clásica, música inglesa, árabe, francesa, española. Canciones que me sé de memoria, y otras que descubro en ese mismo instante. Bandas sonoras que me hacen sentir protagonista de historias que jamás viviré.

Hay canciones que durante días suenan en mi vida de forma exclusiva y casi ininterrumpida. Luego, inevitablemente, me sitúan en ese momento cada vez que las vuelvo a escuchar por casualidad. Otras canciones, en cambio, no las puedo escuchar.

Detesto el olor artificial. Acostumbro a cogerle manía al olor del desodorante, por lo que suelo cambiarlo cada poco tiempo. De la misma forma que el sonido del despertador me crea ansiedad, el olor a chimenea me transporta a Bullas, y el olor a jazmín me devuelve a Marruecos. Adoro dormir hasta despertar yo sola, y cuando despierto, buscar una parte fría de la cama, y seguir durmiendo.

Me gustan los paseos de las tardes de Mayo por la playa. Pies descalzos, mojados, pies fríos. La playa desierta. Me encanta bañarme los días de fuerte oleaje, esos días en los que la gente no sale de casa. La playa con lluvia y olas que te revuelcan hasta asegurarse que todas las partes de tu cuerpo están llenas de arena. Son todas para mí. Me gusta Kabila, y mirar hacia el Estrecho y recordar que al otro lado también hay vida. No soporto imaginar la cantidad de cuerpos que han naufragado intentando cruzarlo.

Me gusta hacerme la sueca ante las reiteradas advertencias meteorológicas de mi madre y salir de casa sin paraguas. Mojarme hasta los huesos, y no preocuparme por ello. Respirar el olor que desprende el césped mojado. Me divierte ver correr a la gente en busca de un lugar donde resguardarse mientras yo disfruto bajo la lluvia. Sola o bien acompañada.

Me gusta como huelen mis sábanas cuando llego a casa después de tres meses. Me gusta regresar, dormir en mi cama y reafirmar que la energía atrayente que notaba fluir desde cientos de kilómetros no era un espejismo. Me gusta el olor de un libro nuevo. Pero también me gusta como huelen los libros antiguos, esos libros que tienen mil historias que contar. Me da pena que la gente no lea.

Me gusta cuando sonríes, cuando me abrazas. Y sin embargo, odio los besos llenos de nada, esos besos sin sentido, los besos forzados y obligados. Detesto los abrazos que no deseas dar y sin en cambio, das. Me gusta mirarte de reojo, que te des cuenta y sonreír de vergüenza. Me encanta encantarte, pero me asusta la posibilidad de hacerte año. Me reconforta saber que estás ahí, y pensar que siempre lo estarás.

Me gustan las tardes de domingo en casa. Pijama, Lassie y peli en el salón. Me gustan los planes improvisados y los "planes planeados", que esperan a ser modificados. Me encanta que se dirijan a mí en árabe, y que sonrían al darse cuenta de que no me he enterado de nada.

Hay sabores que fueron parte imprescindible de mi dieta durante semanas en las que no entendía cómo habría sobrevivido sin ellos hasta ese momento. Me pasa lo mismo con algunas personas.





En fin, me gusta recordar. Y así de tonta soy.

viernes, 15 de enero de 2010

"Almadura"

Y de piedras me recubro

pongo hielo en mi mirada,

hoy me hago el tipo duro.

Andaré sobre mi espalda.


Escondí mis sentimientos

en mitad de una baraja.

Junto al rey de corazones,

junto a una dama armada.


Hoy ya no tengo lamentos.

Lapidé mis esperanzas...

Anudado está mi pecho

porque no sé qué me pasa.


Junto a muros de cemento

me escondí de unas sonrisas

pero el aire no llegaba

y sentí que me moría.


Al final se fundió el hielo

y ríos son mis mejillas,

la coraza que aún conservo

ya no es piedra, sólo arcilla.

viernes, 8 de enero de 2010

Pez

En el sucio ventanal

la lluvia me golpea.

Nunca paró de tronar

nunca cesa esta tormenta.


Soy un pez fuera del agua,

nada pesa en mi cabeza.

Soy un pez fuera del agua,

no me sirven mis aletas.


Y me sumerjo en cerveza

alcoholizo mis ideas

mi mundo se paraliza,

mi cabeza va más lenta.

No me entero de qué pasa.

Nada pasa pá que veas

Soy un pez fuera del agua

que bucea en sus ideas.


Ya nadé contracorriente

subí montes escarpados.

Pero siempre la corriente

me llevó a ningún lado.


Puto pez atormentado

ahogado en un vaso de agua

por algo que ha terminado

en el mar de una mirada.