Te odio. Sólo quiero que me
dejes en paz.
Te odio, y por más que
intente olvidarte no logro.
Aún recuerdo nuestra primera mirada fugaz,
nuestra primera cita a solas.
Yo te canté como un juglar,
mientras tú me hacías la ola.
Mi poema de carne te
conmovió,
y tu sonrisa de ermitaño
pervertido me "sedució".
Probé de tu madre la fruta del árbol.
Probé gustoso la fruta del
pecado.
Oh, sí, reconfortante sabor, te haré un favor.
Oh, sí, con énfasis me gozó,
y perdí el pavor.
Te quise, pero sabes que me deprimiste.
Te quise, pero recuerda que
te fuiste.
Te quise, pero mucho daño fue
el que me hiciste.
Te quise, ya me oíste...
Ahora, come alpiste.