Adoraba tanto a su familia y sus orígenes, y honoraba tanto el líquido que corría por sus venas que, cuando descubrió sus verdaderas e inciertas raíces, decidió terminar con todo de la forma más dolorosa posible como castigo a su ignorancia e impureza: Mutiló su cuerpo y, mientras se desangraba, despreció su sangre escribiendo con ella su última voluntad y burlándose de sus antepasados. Mientras agonizaba, observó entre heladas lágrimas aquella fotografía en blanco y negro que, junto con una carpeta repleta de papeles, certificaba su verdadero origen. El rostro de aquel hombre, su padre biológico, avanzado ya en edad, reflejaba muchos rasgos que compartía con su hijo. Demasiados como para dudar. Confirmadas sus raíces judías, profirió un último grito de rabia desde lo más profundo de su alma. Al mismo tiempo, el gris de su uniforme se teñía de un fuerte color rojizo. Una última mirada hacia su brazo, hacia esa esvástica... y después nada más. Tan solo oscuridad.
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