En el mar, en el centro del Estrecho, frente a dos ideas diferentes, dos concepciones de vida distintas, mis pensamientos penduleaban entre los arquetipos o cánones de una sociedad sin vida, pocos ideales, ajustada y conformista, con mucho por hacer pero sin convulsos para realizarlo y otra, en el polo opuesto, totalmente virgen, filosóficamente estática, socialmente más herida y masacrada que la española, económicamente putrefacta, sustentada y refugiada en la religión del "in sha a-lah". Mi cabeza se puso en ebullición teniendo como ingredientes una amalgama de confusión, aderezada con dudas, con rupturas de planteamientos vitales hasta entonces inamovibles, ¿Qué me estaba sucediendo? Veía lejanas aunque solamente habían pasado dos días, las contrariedades de mi largo viaje de seis años... y me di cuenta que habían sido superficiales y a la vez necesarias para que en mis esquemas se generase una catarsis especial, una depuración de todo lo que había sido hasta ese momento, la metamorfosis que me convirtió en una mujer distinta para el resto de mi vida.
martes, 20 de julio de 2010
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En el mar, en el centro del Estrecho, frente a dos ideas diferentes, dos concepciones de vida distintas, mis pensamientos penduleaban entre los arquetipos o cánones de una sociedad sin vida, pocos ideales, ajustada y conformista, con mucho por hacer pero sin convulsos para realizarlo y otra, en el polo opuesto, totalmente virgen, filosóficamente estática, socialmente más herida y masacrada que la española, económicamente putrefacta, sustentada y refugiada en la religión del "in sha a-lah". Mi cabeza se puso en ebullición teniendo como ingredientes una amalgama de confusión, aderezada con dudas, con rupturas de planteamientos vitales hasta entonces inamovibles, ¿Qué me estaba sucediendo? Veía lejanas aunque solamente habían pasado dos días, las contrariedades de mi largo viaje de seis años... y me di cuenta que habían sido superficiales y a la vez necesarias para que en mis esquemas se generase una catarsis especial, una depuración de todo lo que había sido hasta ese momento, la metamorfosis que me convirtió en una mujer distinta para el resto de mi vida.
viernes, 23 de abril de 2010
El niño yuntero
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insastisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra,
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente,
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.
Le veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
¿quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.
Miguel Hernández, Viento del pueblo
martes, 20 de abril de 2010
Imagen
Una imagen en mi cabeza
sábado, 17 de abril de 2010
Verdades Sacudidas
lunes, 12 de abril de 2010
Tímido Tango (Traducción libre de una canción de Bandabardò)
Tímido Tango
Tango, trágico tango de rosa negra en boca
negra de espinas y barro.
Tango, histérico tango de la rosa de los vientos
sopla el aire en contra por el mundo entero.
Tango, estrábico tango mientras te miro
un ojo vigila la noche el otro si amanece.
Silencio mientras sostengo el mundo y la confusión
a lo lejos un perro silba a su dueño.
Tango, estúpido tango; pierdo hilo y dirección
la salvación del mundo, las tropas a mi mando.
Con feroz mirada presos del deseo
avanzamos mudos como en un bolero.
Ese momento, oh! ese momento
sin tiempo para bostezar
por mar el suelo
precario como un consejo.
Ese momento, oh! en ese momento.
Uno vive en propio cuerpo
las vidas de los famosos y sus historias de sexo.
Está sucediendo
que para el tímido y desfasado
mundo profundo
son tiempos de vergüenza
y se carga de razones.
viernes, 9 de abril de 2010
Es verdad. Hace mucho que rompí mi pluma y sobre aquel escritorio dónde antes jugaba a vomitar versos ahora sólo se acumula polvo; polvo y tiempo perdido. Perdido porque apenas lo sentí como mío, porque casi me convierte en un autómata o en una gris persona dependiente de una absurda rutina. Fue entonces cuando una simple imagen me golpeó y sacó mi mente de su absurdo sueño. Una ventana se abrió a mis ojos y por ella una agradable brisa primaveral limpió de polvo el escritorio…
… Pero alguien sabe qué hacer con el tiempo perdido? Es como intentar recuperar el aire que exhalamos, podríamos ahogarnos en él…viernes, 19 de marzo de 2010
martes, 9 de marzo de 2010
La Transformación (Homenaje a Kafka)
Todos los días eran iguales. Todas las mañanas veía lo mismo. Siempre me levantaba a las siete y partía al campo a realizar un trabajo que no me aportaba más que dolor de espalda y de brazos. Mi cuerpo se doblaba cada vez más hacia la tierra, y mi mirada no era capaz de despegarse del suelo. Me estaba consumiendo.
La oscuridad con que la noche me mecía en mis sueños se abrazaba a mi pecho y a mis ojos. Todo lo veía triste y tristeza era lo único que mi alma albergaba… y así dejé pasar los días, días que pasaron sin ser nada. Y poco a poco me hice pequeño, poco a poco fui muriendo.
Una mañana cuando me desperté, descubrí con horror que no podía reconocer mi cuerpo. Unas alargadas y peludas orejas habían sustituido a las mías, antes diminutas y con forma de coliflor. Mi rostro se mostraba como alargado y mi nariz había encogido hasta unirse a mi labio superior, de modo que se podría decir… me había crecido un hocico. Rápidamente salté de mi cama, y con estrépito caí al suelo. Era incapaz de mantenerme en pie. Entonces observé con mayor sorpresa que no tenía pies, si no pezuñas. Mis pies se habían retorcido de una forma inimaginable, como se retuerce una bayeta cuando quieres escurrirla, y mis dedos apretados entre ellos casi se habían fundido por completo. Como punto de apoyo sólo tenía la punta del pulgar, que había desarrollado una callosidad alrededor de la uña. No conseguía apartar la mirada de mis pies. Mis manos en cambio me parecían normales, quizás algo más ásperas que de costumbre. Intenté llegar hasta la puerta de mi dormitorio, pero no conseguía ponerme de rodillas… y empecé a arrastrarme. Entonces me percaté de hasta qué punto había cambiado mi cuerpo. Lo que en principio me parecía normal no lo era, mi cuerpo no me obedecía y rápidamente me encontré tambaleándome sobre cuatro pezuñas, como un cervatillo que acabase de ver la luz por vez primera.
Mi cuerpo estaba cubierto de un liso pelo gris brillante, a mi mente vinieron las primeras líneas que Juan Ramón Jiménez escribiera en su libro. Pero yo no era pequeño, ni suave. Y me dolían todos los huesos. Una gran pesadez inundó mi cuerpo, a un tiempo una grave pregunta ocupó mi mente: ¿Cómo podría abandonar mi dormitorio?
La puerta cerrada hacía de mi cuarto una auténtica jaula para mí. Tenía hambre, sed, y miedo. El pánico se apoderaba de mí y empecé a cocear todo lo que encontraba. Mesilla, aparador, catre. Todo quedó marcado desde entonces por ese repentino pavor que me inundó. Ese pavor que en su momento me hizo destrozar mi mundo y me hizo terminar en este cuartucho, con coces que más bien fueron tropiezos.
Ante la sed que me inundaba sólo pude encontrar una botella de vino que reposaba junto a mi catre. De un golpe la hice añicos y del suelo bebí con ansía el caldo que, si bien antes me parecía dulce… nunca me supo más amargo.
Horas pasé coceando la puerta, pero no logré abrirla. Sin nada que beber ni comer sólo podría encontrar un final a esta historia. Devoré el relleno de lana de mi catre, mantas y ropa del armario. Pero en esa cuadra improvisada en que convertí mi cuarto, lejos de hallar plácido descanso sólo me acompañó mi muerte.
Así cómo un pobre asno siervo de Dionisos y a la vez su esclavo. Me fui sintiendo débil y a la vez cansado. Hasta que una borrachera de fatiga me condujo de nuevo a la libertad del campo.
domingo, 24 de enero de 2010
Eterno retorno
Disfruto tirada en la cama, con música de fondo. Música alegre, música clásica, música inglesa, árabe, francesa, española. Canciones que me sé de memoria, y otras que descubro en ese mismo instante. Bandas sonoras que me hacen sentir protagonista de historias que jamás viviré.
Hay canciones que durante días suenan en mi vida de forma exclusiva y casi ininterrumpida. Luego, inevitablemente, me sitúan en ese momento cada vez que las vuelvo a escuchar por casualidad. Otras canciones, en cambio, no las puedo escuchar.
Detesto el olor artificial. Acostumbro a cogerle manía al olor del desodorante, por lo que suelo cambiarlo cada poco tiempo. De la misma forma que el sonido del despertador me crea ansiedad, el olor a chimenea me transporta a Bullas, y el olor a jazmín me devuelve a Marruecos. Adoro dormir hasta despertar yo sola, y cuando despierto, buscar una parte fría de la cama, y seguir durmiendo.
Me gustan los paseos de las tardes de Mayo por la playa. Pies descalzos, mojados, pies fríos. La playa desierta. Me encanta bañarme los días de fuerte oleaje, esos días en los que la gente no sale de casa. La playa con lluvia y olas que te revuelcan hasta asegurarse que todas las partes de tu cuerpo están llenas de arena. Son todas para mí. Me gusta Kabila, y mirar hacia el Estrecho y recordar que al otro lado también hay vida. No soporto imaginar la cantidad de cuerpos que han naufragado intentando cruzarlo.
Me gusta hacerme la sueca ante las reiteradas advertencias meteorológicas de mi madre y salir de casa sin paraguas. Mojarme hasta los huesos, y no preocuparme por ello. Respirar el olor que desprende el césped mojado. Me divierte ver correr a la gente en busca de un lugar donde resguardarse mientras yo disfruto bajo la lluvia. Sola o bien acompañada.
Me gusta como huelen mis sábanas cuando llego a casa después de tres meses. Me gusta regresar, dormir en mi cama y reafirmar que la energía atrayente que notaba fluir desde cientos de kilómetros no era un espejismo. Me gusta el olor de un libro nuevo. Pero también me gusta como huelen los libros antiguos, esos libros que tienen mil historias que contar. Me da pena que la gente no lea.
Me gusta cuando sonríes, cuando me abrazas. Y sin embargo, odio los besos llenos de nada, esos besos sin sentido, los besos forzados y obligados. Detesto los abrazos que no deseas dar y sin en cambio, das. Me gusta mirarte de reojo, que te des cuenta y sonreír de vergüenza. Me encanta encantarte, pero me asusta la posibilidad de hacerte año. Me reconforta saber que estás ahí, y pensar que siempre lo estarás.
Me gustan las tardes de domingo en casa. Pijama, Lassie y peli en el salón. Me gustan los planes improvisados y los "planes planeados", que esperan a ser modificados. Me encanta que se dirijan a mí en árabe, y que sonrían al darse cuenta de que no me he enterado de nada.
Hay sabores que fueron parte imprescindible de mi dieta durante semanas en las que no entendía cómo habría sobrevivido sin ellos hasta ese momento. Me pasa lo mismo con algunas personas.
En fin, me gusta recordar. Y así de tonta soy.
viernes, 15 de enero de 2010
"Almadura"
Y de piedras me recubro
pongo hielo en mi mirada,
hoy me hago el tipo duro.
Andaré sobre mi espalda.
Escondí mis sentimientos
en mitad de una baraja.
Junto al rey de corazones,
junto a una dama armada.
Hoy ya no tengo lamentos.
Lapidé mis esperanzas...
Anudado está mi pecho
porque no sé qué me pasa.
Junto a muros de cemento
me escondí de unas sonrisas
pero el aire no llegaba
y sentí que me moría.
Al final se fundió el hielo
y ríos son mis mejillas,
la coraza que aún conservo
ya no es piedra, sólo arcilla.
viernes, 8 de enero de 2010
Pez
En el sucio ventanal
la lluvia me golpea.
Nunca paró de tronar
nunca cesa esta tormenta.
Soy un pez fuera del agua,
nada pesa en mi cabeza.
Soy un pez fuera del agua,
no me sirven mis aletas.
Y me sumerjo en cerveza
alcoholizo mis ideas
mi mundo se paraliza,
mi cabeza va más lenta.
No me entero de qué pasa.
Nada pasa pá que veas
Soy un pez fuera del agua
que bucea en sus ideas.
Ya nadé contracorriente
subí montes escarpados.
Pero siempre la corriente
me llevó a ningún lado.
Puto pez atormentado
ahogado en un vaso de agua
por algo que ha terminado
en el mar de una mirada.