lunes, 26 de octubre de 2009

Marta

El Yonki Tarde día 2

Les ofrezco cerveza y me miran con cara de asco, me duelen. Y no sé que hacer por ella. Mi burbuja de humo y alcohol me ciega tanto que me doy cuenta de que soy subnormal, un niñato que se ha malcriado y que desperdicia su vida tontamente. Me pongo a llorar.

En esta patética escena soy un yonki de mierda que llora porque se acaba de dar cuenta de lo que es. Miro a mi derecha mientras mis lágrimas golpean el suelo y observo a una mujer acariciando el tobillo de otra y susurrándole palabras dulces en el oído. La escena me excita, pero siento que ya les he causado suficientes molestias. Seco mis lágrimas y cojo la droga. La guardo y les ofrezco café que aceptan de buena gana, se ponen a soltarme su rollo. Cada vez me siento menos agnóstico y más ateo.

Una de ellas se dio cuenta de lo poco convincente del discurso que soltaban y se quedó mirándome fijamente a los ojos, como intentando indagar en ese mundo desconocido e inexplorado de mi ser, océanos perdidos, inundados de tesoros jamás buscados, cuna de náufragas historias que todo el mundo ha vivido y ha logrado superar, imán de mala suerte, oscuros como la noche que se nos caía encima y decidieron marcharse.

En el armario tengo pan de molde, me hago unos lomos y frío en el aceite las rodajas de pan. Siempre me ha gustado hacer estas cosas, cojo un litro (de zumo) y enciendo la tele, estoy de buen humor. Ceno y llegan mis compañeros de piso, se sorprenden de verme bien. Charlamos toda la noche y agotamos las cervezas.

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